jueves, 7 de febrero de 2013

Es rara -dijo-. Lo es hasta cuando nadie la mira. Odia las fresas, los cumpleaños, las bodas y las comedias románticas. Sin embargo adora las tormentas de verano, las películas de miedo y levantarse antes de que amanezca. Me trae de cabeza; un día aquí y un día allí. Que si quiere viajar, conocer mundo y ser una periodista de élite. ¡Qué cosas tiene! Lo mejor es que cuando está ella nunca llueve. Cuando cruza la calle parece que todos los semáforos de la ciudad se ponen en verde para verla caminar. Y es que esas piernas sólo las tiene ella. Y esos ojos color hierba recién segada. Y sus manos, esas que nunca me deja agarrar, ni en público ni en privado. Y sus besos, los que prefiere que robe a que le pida. Diréis que estoy enamorado, pero tan sólo la quiero. La quiero como todo; es decir, como amiga, como novia, como periodista de élite o de periódico comarcal, como mi chica, como la rara, como la que es. Me gusta, me gusta casi tanto como los atardeceres, el chocolate caliente, las noches de verano, los libros de ciencia ficción y las palomitas con mantequilla (creo que incluso un poco más). Es rara -repitió- pero esa es la mejor parte.

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