sábado, 2 de febrero de 2013

La chica entró en una clase llena de niños. Recordó sus días en la escuela y se le formó una sonrisa cálida en los labios, sintiendo una gran oleada de melancolía. Todos se giraron para mirarla en cuanto cruzó la puerta de la clase. Se sentó en la mesa de la profesora, junto a la mujer que había sido su mentora durante sus años felices. Suspiró y abrió la boca para hablar.
-Dentro de unos años aprenderéis a hallar los senos y cosenos de un triángulo, o a analizar oraciones subordinadas. Ahora os sonará a chino, pero algún día será algo cotidiano, os lo aseguro. Pero, realmente, las cosas que os marcarán serán las que nadie os obligue a aprender. Tomaréis caminos equivocados, y tropezaréis varias veces con la misma piedra -hizo una pausa para sonreír, casi para reírse y continuó- De pequeña oí millones de veces eso de que para aprender hay que fallar, y yo me reía porque decía que era mejor una vida perfecta. Chicos, escuchadme bien, vais a tener que caminar mucho, incluso a mí me queda aún mucho camino que recorrer. Caeréis miles de veces, y os aferraréis a obstáculos que os harán parar en las vías, va a ser así, no podéis cambiarlo. Pero cuando os agarréis tan fuerte a una piedra que nunca os dejará avanzar será cuando tengáis un gran problema.
La mujer la miró con la cabeza ladeada y le acarició la mano. La chica arrugó los ojos y creyó ver toda su vida en rápidas imágenes que se paseaban por su cerebro. Juntó los labios, haciendo que sólo fuesen una delgada línea y sonrió antes de añadir algo más.
-Aunque, claro, hay piedras que son muchísimo mejores que todo un camino llano, ¿verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario