jueves, 23 de agosto de 2012


¿No me recuerdas? ¿Ya me olvidaste? Olvidaste los recuerdos, ¿verdad? Ya no te importa que yo fuese la que te hizo reír en los días de guerra, la que te hizo olvidar que querías pegarte un tiro en la sien. Y cuando el cielo del paraíso se rompía sobre tu cabeza, ¿quién estuvo ahí con la cinta adhesiva? Yo, sólo yo. ¿Por qué decidiste que yo tenía que perderte? ¿Por qué tomaste una decisión que a ninguno de los dos nos parecía bien? Te fuiste, me dejaste. Y ahora me olvidaste. ¿Y si me encuentro con tu mirada qué se supone que debo hacer? Debería hacerme la fuerte, a la que no le importa ya nada, la que olvidó tu manía de morderte el labio superior cuando mentías, la que dejó de prestar atención a tus suaves caladas. Debería, sí. El caso es que yo no olvido. No te olvido. No puedo hacer como que esos parques, esos bailes en el porche de mi casa y esos besos en el cuello no existieron. ¡Tú y yo éramos dos enamorados en tiempos de guerra! ¿Ya no queda nada de esa pequeña paz que conseguimos? Seguro que has besado muchos labios desde la última vez que saboreaste los míos... Yo también. El caso es que sigo prefiriendo los tuyos. Debería dejar de recordarte, dejar de pensar en esos días de alegría que compartimos. Se suponía que ibas a volver y que yo te esperaría. Yo he cumplido con mi pacto, sin embargo tú has hecho como si nunca hubiese existido. Pero sí lo hizo. Sí existió. Existimos. Y existimos tanto que desde que te fuiste el cielo no ha parado de llover.

No hay comentarios:

Publicar un comentario