miércoles, 10 de julio de 2013

Quizás nos conocimos en el momento equivocado. 
Quizás estemos hechos el uno para el otro, pero aquel no fue nuestro momento. 
Aquel campo de fútbol rodeado de chicas que sólo tenían ojos para ti no fue nuestro sitio, nuestro lugar. 
Quizá no debí haber levantado la vista de aquel libro que estaba releyéndome por tercera vez. 
O quizá no debiste haberme visto allí, sentada en la grada, en una esquina, con las piernas cruzadas y el libro entre ellas. 
Quizá fue nuestra culpa. 
Y probablemente no debimos haber tenido amigos en común. No debieron habernos presentado, y menos debiste haberme sonreído de ese modo. 
Fuimos el alpinista que subió y bajó el Everest durante meses. 
La lanzadera que decidió estropearse a medio trayecto.
Fuimos la paloma de la paz en plena guerra de Vietnam. 
Pero quizás, dentro de tres o cuatro años volvamos a encontrarnos en una cafetería o en un bar que haga esquina. Tú estarás en la barra, con la jarra de cerveza medio vacía y yo en una mesa de madera de roble, sentada junto a la ventana, con un libro entre las manos. 
Y tú te acercarás y, entonces sí, te lo prometo, será nuestro momento.
O, quizás, el universo tenga mejores planes para ti y para mí.

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