domingo, 1 de diciembre de 2013

Diciembre. Es hora de acabar las cosas, de terminar lo que hayas empezado.
Hora de aclarar, cerrar, guardar.
De aprovechar el tiempo para hacer todo aquello que no has hecho durante el año.
Yo me he puesto a escribir; parece que el frío me inspira.
Yo qué sé,
tendría que terminar de aprenderme la receta de las galletas de chocolate,
o acabar el libro aquel de ciencia ficción que comienza a acumular polvo.  
"¡Ordena tu habitación de una vez!". 
Sí, también podría.
Pero más bien debería acabarnos, o empezarnos. 
Sé que no es tiempo de empezar cosas, ni de tan siquiera pensar en puertas cerradas con llave,
pero el caso es que el verano ya ha terminado y ahora solo viene frío, nieve, y viento.
Y las cosas están feas ahí fuera, con toda esa gente con bufandas hasta las orejas
y dos pares de calcetines...
Buf, si es que tengo las manos congeladas de darle a las teclas.

Así que dime tú si debería regalarte un vale de descuento en conocerme
o una tarjeta llena de purpurina que diga "¡Hasta otra!". 
Dime si debo empezarte o terminarte,
si debo dejar que pase el frío y vengan las flores para pedirte que vengas conmigo a donde sea.
Dime si es bueno que te invite a casa a comer cordero y marisco mientras escuchamos villancicos
o si debo callarme y escuchar Fix You una y otra vez...



(Pero dejando a un lado lo que debería hacer o no, supongo que me limitaré a pasear por tu casa, a ver las luces que cuelgues en tu ventana y a pensar que, quizás, el año que viene vendrás... Comeré las doce uvas mientras me pego al radiador, queriendo sentir un poco del calor que me diste a comienzos de julio. Recordándote nítido y claro, como esas fotografías que siempre quise hacerte. Vendrán tiempos mejores, quién sabe, quizás peores. Vendrán otros tiempos y, con ellos, quizás vengas también tú).

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