sábado, 1 de marzo de 2014

Quizás me he atascado un poco. Como las dichosas cintas de los radiocasetes que todos tenemos en casa. Cara A. Cara B. Y una estúpida cinta de por medio que no hacía más que enrollarse una y otra vez en el maldito aparato. A veces destrozaban canciones. No sé, recuerdo una que escuchaba mi madre, la última pista de la cara A, de Bertín Osborne, que decía «perdóname, mi amor, he estado ciego y loco tanto tiempo. Perdóname, mi amor, me diste tanto amor que no entendí...» y de repente la canción se esfumó. La música empezó a ser ruido y todos nos quedamos en aquel «...que no entendí...»
Y, ¿conoces esa sensación, cuando termina tu canción favorita, en que todo tu cuerpo te pide ponerla otra vez? Pues yo me he quedado en ese «...que no entendí...». Y puedo escucharla todas las veces que quiera, en otra cinta, en un CD, pero siempre será la canción que un día dejé de entender, que murió, que se atascó.
Y así me dejaste tú. Como un libro por la mitad. Como el refresco sin gas que se queda en el vaso. Como una canción que de tanto escucharla... calló.


Siempre pensé que en esa cinta, y en todas las demás, éramos la misma cara. Pero el día en que aquella canción se atascó y todas las canciones que había antes de ella terminaron en un estúpido «...que no entendí...», me di cuenta que de tanto soñar, de tanto esperar y tanto rogar, te convertiste en el puñetero radiocasete que estropeó la cara A. 

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