miércoles, 16 de abril de 2014

Solía prevenir las cosas. 
Me levantaba un día y sabía que pasaría algo bueno, o distinto. 
Pero llegaste en un día en que no esperaba nada. 
Llegaste de repente. 
Me recordaste a un examen sorpresa o a esas bolsas que compras en los kioscos en las que prometen una calcomanía y no hay nada dentro. 
Y por eso odio los días en que me despierto despistada, sin esperar nada; esos que se convierten en un infierno cuando recuerdo en qué día viniste, y comienzo a esperar que vuelvas. 



«Probablemente estoy pidiendo demasiado; que nunca volverás que nunca me quisiste, se me olvidó otra vez que sólo yo te quise. Por eso aún estoy en el lugar de siempre, en la misma ciudad, y con la misma gente, para que tú al volver no encuentres nada extraño.»

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