domingo, 10 de febrero de 2013

Le describí en millones de canciones, hablé de sus ojos color café en todas esas poesías que escondo bajo la cama, pinté sus facciones, sus colores, sus polos azules y sus mejillas en lienzos nunca expuestos en El Prado y bailé durante horas al ritmo de los chasquidos de sus dedos. No soy cantautora, ni poeta, ni pintora, ni bailarina. Por eso le quiero tanto, porque me hace creer que puedo llegar más allá, que no hay límites, que no existen los imposibles.

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