martes, 4 de junio de 2013

Nunca le dejé estar a menos de dos metros de mí. No podía permitírmelo. Las distancias cortas me asustaban si se trataba de él. Le observaba siempre en la distancia, así como los pájaros allá arriba nos miran cuando llega la primavera. Nunca vi su pendiente en la oreja derecha de cerca. Nunca. Ni siquiera supe si le salían hoyuelos cuando se reía. Tenía miedo de su cercanía. Ahora lo veo claro.
Nunca tuvimos nada, ni fuimos nada. Nunca fui más que una cualquiera. Nunca dejamos pasar esos dos metros de distancia, ni menos nos miramos fijamente a los ojos. El caso es que sigo buscándole, casi como el tonto a la aguja en el pajar. Sigo queriendo esos metros y la visión de su cuerpo en la lejanía. Y supongo que nunca habrá centímetros, solo lejanas vistas al horizonte desde la ventana del estúpido bar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario