domingo, 14 de abril de 2013

-Crees... ¿crees en el destino? 
+No, ¿por qué? -preguntó frunciendo el ceño de manera casi asustadiza.
-Porque hace años que no piso una biblioteca. Años, lo prometo. Y hoy giré la esquina y me acordé de un libro de tapa roja y letras doradas que me recomendaron una vez. Así que entré. Lo he buscado por las treinta y ocho estanterías que hay aquí metidas, le he preguntado a la señora tan bajita que está detrás del mostrador, incluso le he mandado que averigüe si estaba en cualquier otra biblioteca. Nada, ni rastro de él. Entonces, cuando he estado a punto de marcharme por esa puerta, he oído una tos casi ronca, como de un catarro que no ha terminado de curarse, y venía de ti. Entonces te he visto aquí, con el pelo en la cara y las gafas mal colocadas, con el flequillo alborotado y las piernas cruzadas. ¿Eres consciente de que tienes el único libro da tapa roja y letras doradas de la ciudad y esa señora ni tan si quiera lo sabe? Y la verdad es que ahora no sé qué hacer; si darme la vuelta y olvidarme de ti, o mandar a hacer puñetas a todas las leyes y ponerme de parte del destino. 

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