domingo, 16 de junio de 2013

Anoche estuve a punto de ponerte los cuernos. 
Es decir, estuve como a dos centímetros de los labios de otro, 
sí, ya sabes, 
el camarero del bar de la esquina que siempre me mira el culo. 
Y es que, en serio, te odio. 
Me puse a pensar en todo lo que odiaba y ese chico tenía unos labios tan seductores... Dios mío, nunca podrías imaginártelo. 
Se me vino a la cabeza la maldita risa que te sale cuando te pones irónico 
y esos momentos en que desprendes una ignorancia hacia lo que me gusta que consigue desesperarme. 
Quise romperte el corazón por unos segundos. 
Si es que de verdad te importo algo, claro. 
Pero entonces, cuando estuve a menos de dos centímetros de esos labios... te quise. 
Así, como suena. 
Te quise tanto que me odié por estar en esa situación. 
Quise tu risa cuando te pones irónico porque es lo más atractivo que he oído en mi vida, 
y quise también esos momentos en que me ignoras 
porque luego te ríes y sueltas algo ingenioso que me hace olvidar. 
Te odié y te quise en menos de cinco segundos de distancia, a un paso de besar otros labios. 
Piensa en eso cuando me odies.

2 comentarios:

  1. Me llena de orgullo ser el primer me gusta.
    Sinceramente, deja de mirar lo que escribo y métete en tu propio blog, es más que (infinitamente) genial. Te devuelvo todo lo que me dijiste ayer, y con creces.
    Ala, ahí lo dejo.

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    1. Muchísimas gracias, (aunque no esté de acuerdo con lo que dices) ;)

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