Había
caído la primera cencellada del año.
Eran las siete de la tarde y yo solo
quería volver a casa para meterme bajo las mantas. Tonta de mí que tomé el
camino más largo para pasar por su casa.
Empecé
a arrastrar los pies a ras de la capa blanca, dejando mis huellas y mi rastro
por todas partes. Noté que iba a resbalarme demasiado tarde como para haber
sido capaz de evitarlo. El suelo estaba congelado, y yo estaba tan ocupada pensando
en el frío que comenzaba a subirme por el cuerpo que no escuché el chirriar de
la puerta.
-¿Estás
bien? –escuché entre casi,
casi carcajadas.
Subí
la cabeza demasiado deprisa como para esconder mi cara de sorpresa y vergüenza.
La cabeza me daba vueltas y sentí un ardor insoportable en las mejillas. Él
seguía mirándome con una expresión cómica en la cara.
Quise
que me tragase la tierra cuando, de repente, estiró su mano hacia mí. Me enervé
con tal solo imaginar el contacto de su piel ardiendo con mi mano helada, así
que posé las palmas en el suelo y me levanté de casi un salto. Frunció el ceño
y, casi diría que avergonzado, metió la mano en su bolsillo.
Di
un paso para alejarme de allí rápidamente y casi tropiezo con el hombre que
salía del mismo portal. Me disculpé casi en silencio y retomé el camino a casa.
-¿La
conocías? –oí que una voz ronca
y muy profunda preguntaba.
-No,
no… no –escuché salir de su boca, entre puntos suspensivos y un pequeño
sonido que intentaba parecerse a un amago de carcajada.
Y
entonces noté que el frío me calaba los huesos; que la primera cencellada del
año se metía entre la ropa y me ponía la carne de gallina. La helada se hizo
impasible, y dije ‘fuera hace un frío que
pela’ cuando llegué a casa. Pero lo que en realidad arrancaron mis capas
fueron esos tres apáticos ‘no, no... no’.
Seguía
caminando por las estúpidas calles que solo rodeaban su casa, la escena del crimen, intentando
deducir qué habría pasado por su cabeza para decir aquello, para negar que me
conocía. Entendí para qué me servían entonces las matemáticas: menos por menos es más, pero más por menos…
sigue siendo menos.
¿Se puede saber de qué vas? Deja de superarte, joder, que deprimes.
ResponderEliminar(¡Feliz navidad, jo jo jo!)
¿Superarme? Ojalá. Muchísimas gracias, de todos modos.
Eliminar(Feliz navidad, pequeña Swift)